Según cuenta, le llamó en la tarde para informarle que iba a tener una cita de negocios en un restaurante, lo cual no le pareció normal por ser jueves. Fue entonces cuando ésta le ayudó sacando una camisa, pero asegura que fue la «peor» que tenía en su armario. «No tiene camisas feas, pero le saqué la más vieja, güey».
Explica que, para corroborar lo que le decía, marcó al restaurante, cuyo nombre encontró en Google, y preguntó si el hombre, a quien refiere como «señor Carlos», tenía una reservación, lo cual le confirmaron y el número de personas correspondía con lo que le dijo por teléfono.
Asimismo, explicó que cuenta con un sistema de localización ya que, cuando sale sin el ‘señor Carlos’, tiene un GPS para que él sepa exactamente en dónde se encuentra, cuestión que no le causa incomodidad sino al contrario: «y ni empiecen, güey, porque a mí me gusta que me cuide mi señor y que no le valga absolutamente madre».
Mientras él se cambiaba de ropa, tomó el GPS, un artefacto negro, y asegura que lo puso en el automóvil de su esposo, específicamente por debajo de su asiento «Es chiquito, negros… dije ‘ni de p*** lo va a ver, güey'».
En cuanto a las posibles críticas por desconfiar de su esposo, comenta: «yo sólo cuido lo que es mío y yo quiero saber que él está bien. Punto».
Revela que, momentos después, recibió una llamada por parte de su esposo, quien le llamó y ella ya sabía que la había «cachado» por el tono que usó en una primera instancia.
«Me dice: ‘oye, ¿tú me pusiste el GPS en el coche?'», cuenta. «Pues claro que fui yo papacito… y yo ‘no, mi amor, ¿por qué te pondría yo un GPS?'».
Relata que frenó y salió el GPS por debajo del asiento. «Recuerda esto: esposa feliz, matrimonio feliz; yo cuido lo que es mío, gente y cada quién cuida a su potro de su manera».
@_werapink
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