Bogotá.- «Quería ser bailarín», dice padre en el entierro de su hijo de 11 años que murió luego de comer un dulce «M hijo quería ser bailarín, youtuber y a la vez ser veterinario porque amaba a los animales. Como cualquier niño, estaba lleno de sueños. No se me borra su sonrisa, era hermosa». Jolman Bedoya Losada decía estas palabras mientras se dirigía al entierro de su pequeño hijo de 11 años, quien murió luego de consumir un dulce en la casa de su tía.
Para él es una muerte insólita, una completa tragedia, pero lo cierto es que la droga en presentaciones coloridas o los dulces utilizados como forma de transportarla no es un tema nuevo, es una modalidad utilizada para su venta y distribución. Los venden en las salidas de los colegios y en las fiestas clandestinas, entre otros escenarios.
Pero este caso es diferente. Todo ocurrió el jueves 27 de enero, entre la 1 y las 2 de la tarde. El niño, quien apenas cursaba sexto grado en el colegio Gerardo Paredes, estaba en la casa de su tía, donde le gustaba compartir con su hermana y sus primos.
Por ahora lo único que se sabe por el testimonio de sus familiares es que, cuando estaba en la casa, ubicada en el barrio El Rincón de Suba, el niño consumió unas gomas y después comenzó a alucinar, a gritar, a pedir leche y a hacerse daño a sí mismo, según la versión de su mamá. «La hermana me contó que le habían tapado la boca y que le echaron agua para que se callara y que no llamaron a urgencias, que era lo debido», contó su padre.
Cuando la crisis se les salió de las manos y el menor de edad comenzó a convulsionar, lo trasladaron al hospital de Suba, desde donde fue remitido al Simón Bolívar. No obstante los esfuerzos murió. «Él vivía conmigo, lo extraño tanto, yo lo dejaba ir porque él jugaba en esa casa», dijo el padre del menor.
Jolman no se explica por qué la tía del menor ha dado tantas declaraciones diferentes a los investigadores del caso sobre lo sucedido. «En una ocasión dijeron que un hombre en una moto fue quien les dio los dulces a los niños, pero la hermana de mi hijo me contó que ella vio unas 25 gomas encima de una mesa. Eso es lo que yo espero que investiguen muy bien. Es muy raro. Nosotros le habíamos enseñado a que nunca recibiera dulces de extraños. Pedimos que este caso no quede impune».
EL TIEMPO pudo establecer que el Instituto Nacional de Medicina Legal se encuentra realizando un estudio para determinar qué causó la muerte del menor y si fue o no por consumir un alucinógeno u otro tipo de sustancia, o si su muerte se produjo por asfixia.
Peligro está también en los entornos escolares
Un joven consumidor le contó al EL TIEMPO que Fantasma azul, Criptonita, Supermán o Naranja son algunos de los nombres con los que estas coloridas drogas se distribuyen «Hay extranjeras y nacionales. Las primeras cuestan 30 mil pesos, en cambio, las nacionales se consiguen entre 5 mil y 15 mil pesos. Las baratas tienen otro contenido», dijo el joven.
Lo grave es que se desconoce la clase de componentes químicos que tienen estas drogas, que las hacen más asequibles al público, pero más dañinas para la salud.
El estudiante contó que los expendedores se ubican siempre a la salida de los colegios, algunos son vendedores ambulantes, y que en las llamadas chiquitecas o en los bares de sectores como el de la avenida Primero de Mayo las consiguen y les venden hasta Bóxer.
Este joven de 17 años comenzó a consumir en un colegio público de Suba. Él las llama drogas de diseño. Recordó que veía cómo los jóvenes consumían en los baños de su colegio marihuana, perico, dick. «Es común ver niñas de 12 y 13 años metiendo. Venden la droga en los salones y zonas de descanso. Es normal verlos inhalando las mangas de sus sacos», contó. Empapan su ropa de químicos con un líquido para limpiar tubos.
«Mis amigos me decían que los cartones los conseguían en las ollas».
Con información de MSN