El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se reunió este martes en Nueva York con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en un contexto marcado por el renovado impulso de la ampliación de la Unión Europea (UE) y el aparente distanciamiento de Washington respecto a este proceso.
Mientras la expansión del bloque europeo vuelve a ocupar un lugar destacado en la agenda política del continente, Estados Unidos parece haber adoptado una posición de observador pasivo ante un proyecto que podría extender los valores democráticos y la prosperidad a los Balcanes Occidentales y otras regiones vecinas.
Una postura distante frente al proyecto europeo
A diferencia de administraciones anteriores —que históricamente respaldaron la integración europea como pilar de la estabilidad transatlántica—, la actual Casa Blanca mantiene un silencio prolongado sobre la ampliación del bloque.
Ante una solicitud de comentarios del medio Euronews, un portavoz del Departamento de Estado se limitó a responder: “Estados Unidos considera que la adhesión a la UE es una decisión soberana de los países candidatos y de los Estados miembros actuales”. La respuesta, breve y evasiva, refleja la ausencia de una política definida hacia el proceso de adhesión.
De acuerdo con Nicholas Lokker, analista del Center for a New American Security, “Europa no figura de manera prioritaria en la agenda del presidente Trump fuera del contexto comercial, ni existe un interés claro en promover la democracia en el continente”.
Esta actitud representa una ruptura con la tradición de la política exterior estadounidense, que desde la Segunda Guerra Mundial ha desempeñado un papel decisivo en el fortalecimiento de Europa, desde el Plan Marshall y la creación de la OTAN, hasta la reunificación alemana y la estabilización de los Balcanes en los años noventa.
De aliado estratégico a competidor económico
El respaldo de Washington a la integración europea se consideraba, durante décadas, una manera de fomentar la paz, la seguridad y la prosperidad compartida. Sin embargo, según expertos, Trump percibe a la Unión Europea más como competidor económico que como socio estratégico.
“El presidente tiende a ver cualquier fortalecimiento de Europa como un debilitamiento de Estados Unidos”, señaló James Bindenagel, director del Centro de Seguridad Internacional y Gobernanza de la Universidad de Bonn. “Su política exterior se basa en el principio de ‘Estados Unidos primero’, privilegia las relaciones bilaterales y reduce el interés por proyectos multilaterales como la ampliación de la UE”.
Trump concibe la geopolítica como una competencia entre grandes potencias —Estados Unidos, Rusia y China—, dejando a Europa fuera de esa ecuación. Según Lokker, el mandatario considera que los Balcanes deben situarse en la esfera de influencia rusa. Además, mostró simpatía por líderes autoritarios europeos como Viktor Orbán y Robert Fico, a quienes percibe como “hombres fuertes”.
El caso particular de Ucrania
La única excepción parcial a esta aparente indiferencia es Ucrania, país que enfrenta desde 2022 una invasión a gran escala por parte de Rusia y que aspira a incorporarse a la Unión Europea.
Aunque Trump ha reconocido la importancia estratégica de Kiev, no ha manifestado públicamente su apoyo ni su rechazo a la adhesión ucraniana al bloque. Un informe de Bloomberg publicado en agosto indicó que el presidente llegó a discutir el tema con el primer ministro húngaro Viktor Orbán, quien se opone a la candidatura de Ucrania.
No obstante, Trump ha sido claro en su rechazo a la incorporación de Ucrania a la OTAN, afirmando en una reunión de gabinete que “Kiev puede olvidarse de la OTAN”, comentario que algunos analistas interpretan como una de las causas del actual conflicto con Rusia.
Para expertos, la adhesión a la Unión Europea podría representar para Ucrania una vía alternativa de seguridad y desarrollo, al fortalecer sus vínculos con los Estados miembros y contribuir a su reconstrucción económica. Sin embargo, observadores como Bindenagel sostienen que Trump busca una salida rápida al conflicto con Rusia que le permita presentarse como mediador, sin comprometer recursos ni liderazgo diplomático.
Un liderazgo incierto
La reunión entre Trump y Von der Leyen en Nueva York no arrojó señales claras sobre un cambio en la postura estadounidense. Aunque ambas partes destacaron la importancia de la cooperación transatlántica, no hubo declaraciones conjuntas ni compromisos públicos sobre la ampliación de la Unión Europea o el papel de Estados Unidos en dicho proceso.
Analistas concluyen que la ambigüedad de Washington refleja un repliegue estratégico, en el que la Casa Blanca prioriza los intereses internos y las relaciones bilaterales frente al apoyo a los valores democráticos y a la integración continental que durante décadas definieron la política exterior estadounidense hacia Europa.


