Ciudad de México, 11 de junio de 2025.– A casi una década de su hallazgo, el caso de Ángela continúa siendo uno de los episodios más conmovedores y enigmáticos en la historia reciente de la Ciudad de México. Su verdadero nombre se desconoce, pero fue llamada así por los forenses que velaron por su cuerpo tras ser encontrada sin vida en 2015, dentro de una maleta abandonada en el centro de la capital.
Ángela tenía apenas 18 meses de edad cuando fue localizada. Su cuerpo presentaba signos de violencia física, abuso sexual y desnutrición severa, sin que hubiera indicios de su procedencia o familiares que la reclamaran. A lo largo de 13 meses, su pequeño cuerpo permaneció resguardado en el Instituto de Ciencias Forenses, mientras las autoridades intentaban encontrar su identidad.
🕊 Un funeral digno
En 2016, al no haber avances en la identificación ni reclamación del cuerpo, el Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México decidió no enviarla a la fosa común, sino sepultarla en el Panteón San Isidro, en un acto simbólico de dignidad. “Ángela ha estado muy sola. Ahora procuramos darle un cobijo póstumo que tal vez no tuvo en vida”, expresó en ese entonces el magistrado Édgar Elías Azar, durante la ceremonia.
📸 Un rostro difundido, pero aún sin nombre
A lo largo del proceso, las autoridades compartieron su imagen ampliamente en medios, redes sociales y páginas institucionales, con la esperanza de que alguien pudiera reconocerla. Su ADN fue comparado con bases de datos nacionales e internacionales, incluso se enviaron informes a embajadas y fiscalías de otros países de América Latina. Sin embargo, ningún familiar ha sido localizado hasta la fecha.
🧸 Detalles que hablan de su historia
Los peritos describieron a Ángela como una niña de cabello castaño lacio, ojos cafés, nariz pequeña y complexión mediana. En la maleta donde fue hallada había dos mudas de ropa en buen estado y una pulsera de hilo en su muñeca, lo que sugería que no vivía en situación de calle.
📍 Un símbolo de la violencia silenciada
La historia de Ángela se convirtió en un símbolo de la violencia que sufren muchas niñas y niños en México, a menudo de forma invisible y sin intervención oportuna. Aunque han pasado años, su identidad y la verdad detrás de su muerte siguen siendo un misterio sin resolver.



