Islas Canarias, España.– Hace medio siglo, en un ambicioso esfuerzo por atraer turismo al archipiélago canario, se construyó la playa artificial de Las Teresitas, ubicada en la isla de Tenerife. Lo que comenzó como un proyecto de desarrollo turístico en los años 70, hoy se ha transformado en un valioso santuario natural para el tiburón ángel (Squatina squatina), una especie marina en peligro crítico de extinción.
La intervención humana en Las Teresitas fue considerable: el terreno original, de arena negra volcánica y piedra, fue cubierto con más de cuatro millones de sacos de arena dorada importada desde el Sahara Occidental, con el objetivo de emular la estética de los destinos caribeños. Con ello, el lugar dejó atrás su apariencia árida para convertirse en un paraíso turístico que cada año recibe a miles de visitantes nacionales e internacionales.
Sin embargo, la historia de Las Teresitas va más allá del turismo. A lo largo del tiempo, este enclave ha desarrollado un inesperado valor ecológico: se ha convertido en uno de los pocos refugios naturales para el tiburón ángel, una especie que ha desaparecido progresivamente de sus hábitats tradicionales en el Atlántico nororiental, como las costas de Noruega, Irlanda y el mar Mediterráneo.
El Squatina squatina es un tiburón de cuerpo aplanado que puede alcanzar hasta 2.5 metros de longitud. Su particular morfología, parecida a la de una mantarraya, le permite camuflarse bajo la arena para emboscar a sus presas, haciendo de las playas arenosas como Las Teresitas un entorno propicio para su supervivencia y reproducción.
La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) ha clasificado al tiburón ángel en estado crítico, debido a la sobrepesca y la degradación de su hábitat. En las costas españolas, su pesca está prácticamente ausente debido a las características de profundidad en las que habita, lo cual ha favorecido su preservación en zonas específicas como Las Teresitas.
Este caso ilustra cómo una intervención humana inicialmente pensada para fines económicos puede, con el tiempo, generar efectos positivos en la biodiversidad. Hoy, Las Teresitas no solo es un símbolo de transformación turística, sino también un testimonio vivo de resiliencia ecológica y conservación de especies amenazadas.



