Joaquín “El Chapo” Guzmán lleva un poco más de cinco años en la prisión de máxima seguridad ADX Florence, en Colorado.
El riguroso régimen de aislamiento al que está sometido ha tenido un impacto significativo en su salud física y mental, según investigaciones de periodistas especializados en narcotráfico.
Enclaustrado en una celda de apenas 2.1 por 3.6 metros, el capo mexicano pasa 23 horas al día sin contacto humano, lo que ha provocado problemas de salud que incluyen desde hipertensión hasta ataques de ansiedad.
ADX Florence es apodada “El Alcatraz de las Montañas” debido a su sofisticado sistema de seguridad, que incluye 1,400 puertas automáticas, 12 torres de vigilancia, cercas con alambres de púas de hasta cuatro metros y cámaras de alta tecnología que vigilan cada movimiento. Las celdas, diseñadas para prevenir la comunicación entre prisioneros, están equipadas con camas y sillas de concreto, así como un televisor. Este entorno desolador ha tenido efectos severos en Guzmán, que, según su familia, incluyen calambres, pérdida de memoria y problemas respiratorios.
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Desde su sentencia a cadena perpetua, Guzmán no ha dejado de buscar la oportunidad de revertir su condena. En una carta reciente dirigida al juez Brian Cogan, el capo denunció irregularidades en su extradición y acusó a sus abogados, Jeffrey Lichtman y Mariel Colón, de no defenderlo adecuadamente. “El Chapo” sostiene que las pruebas en su contra no fueron debidamente impugnadas y alega que el régimen de aislamiento extremo ha sido un castigo “cruel e injusto”.
Tras lo que considera una traición por parte de sus defensores, Guzmán ha decidido representarse a sí mismo en su nueva solicitud de juicio. Para él, tanto Lichtman como Colón no lograron proteger sus derechos y ahora exige que se revisen las pruebas en su contra. Según su familia, la decepción de Guzmán con sus abogados es tan profunda que acusa a Colón de centrarse en su carrera artística en lugar de defenderlo.
El aislamiento total y las restricciones de comunicación han sumido a “El Chapo” en un estado de depresión y ansiedad. Su único contacto es con su abogada Colón, quien le lleva ocasionalmente noticias sobre su familia. Las visitas son limitadas, y sus hijas gemelas, Emaly Guadalupe y María Joaquina, solo pueden verlo dos veces al año. Según su abogada, el narcotraficante describe su vida en prisión como “aburrida, solitaria y triste”.
Además de los efectos psicológicos, el exlíder del Cártel de Sinaloa enfrenta graves problemas físicos. En declaraciones a sus familiares, Guzmán ha descrito su padecimiento de hipertensión y migrañas intensas, así como hongos en los pies que le han provocado la pérdida de las uñas. Su celda, a menudo mal ventilada, le causa constantes molestias al dormir y eleva su presión arterial, lo que agrava su estado de salud.
Mientras continúa su batalla legal, Guzmán sigue de cerca las detenciones de sus hijos Joaquín Guzmán López y Ovidio Guzmán, quienes ahora enfrentan cargos criminales en Estados Unidos y están en negociaciones con el gobierno. Aunque el exlíder del cártel ha expresado frustración por su situación, este posible acuerdo con las autoridades estadounidenses podría acercarlo a un reencuentro familiar, lo que representa una de las pocas esperanzas que le quedan mientras permanece en confinamiento.