Ciudad de México, México — El gobierno de Estados Unidos ha retirado las visas a más de 50 políticos y funcionarios mexicanos como parte de su estrategia para reforzar medidas contra el narcotráfico y posibles vínculos de actores políticos con el crimen organizado. La lista completa de afectados no ha sido publicada oficialmente y las autoridades estadounidenses no están obligadas a explicar las razones de cada revocación.
De acuerdo con información de medios y declaraciones de algunos implicados, esta medida se gestiona con discreción y no requiere procesos judiciales ni pruebas formales; basta con que el Departamento de Estado considere que una persona participa en actividades contrarias al interés nacional.
Entre los casos confirmados está la gobernadora de Baja California, Marina del Pilar Ávila, quien señaló que tanto ella como su esposo, Carlos Torres, perdieron su visa. Ambos negaron vínculos con actividades ilícitas y atribuyeron la medida a posibles malentendidos de carácter político.
El gobierno mexicano, desde Palacio Nacional, ha solicitado explicaciones a las autoridades estadounidenses, aunque hasta ahora no se ha recibido información oficial sobre la totalidad de los nombres involucrados. La presidenta Claudia Sheinbaum reconoció la ausencia de datos precisos y señaló que Estados Unidos solo comparte información en casos de cooperación directa en seguridad.
Esta acción se enmarca en un contexto de mayor control estadounidense sobre la entrada de funcionarios extranjeros, reforzando medidas preventivas sin recurrir a sanciones económicas ni procedimientos judiciales. La situación ha generado preocupación entre legisladores y funcionarios mexicanos, quienes señalan la necesidad de mantener canales de comunicación con Estados Unidos para esclarecer las causas de estas revocaciones y evitar tensiones diplomáticas mayores.
En paralelo, casos relacionados con activistas y periodistas como Arlin Medrano han resaltado el alcance de las restricciones de visas, mostrando que la política estadounidense no solo afecta a políticos, sino también a ciudadanos involucrados en movimientos humanitarios o críticos con ciertas políticas de Washington.



