Tilburg, Países Bajos.– Durante tres días, la ciudad de Tilburg, en el sur de Países Bajos, se convirtió en el epicentro mundial de una celebración única: el festival Días de los Pelirrojos, un evento que reunió a miles de personas con cabello rojo natural provenientes de casi 80 países.
El encuentro, de carácter gratuito e inclusivo, ofreció conciertos, talleres, camiones de comida y actividades enfocadas especialmente en esta comunidad, como charlas sobre técnicas de maquillaje adaptadas y prevención del cáncer de piel. Todo con un objetivo claro: celebrar la identidad pelirroja y fortalecer el sentido de comunidad entre quienes comparten esta característica genética poco común.
“Vine principalmente por curiosidad, solo para ver cómo sería no destacar en la multitud”, compartió Elounda Bakker, una holandesa de 29 años que lleva asistiendo al evento durante 15 ediciones.

Con el paso del tiempo, su curiosidad inicial se transformó en una tradición impulsada por los lazos de amistad y pertenencia que ha forjado en cada edición.
Por su parte, Daniel Hank, un mago alemán que viajó seis horas para asistir, relató que durante su juventud fue víctima de acoso por su cabello rojo, pero que hoy lo lleva con orgullo.
“No hay muchos chicos con barba roja, pelo largo y rojo. Es fácil reconocerme, y eso ahora me gusta”, expresó.
Una foto, un símbolo
Uno de los momentos más esperados fue la foto grupal del domingo, exclusiva para pelirrojos naturales. Esta imagen colectiva se ha convertido en un símbolo del festival y en un gesto de orgullo identitario. De hecho, en 2013 el evento alcanzó un récord Guinness con 1,672 pelirrojos reunidos en un solo lugar.
De un anuncio a un fenómeno global
El origen del festival se remonta a hace casi 20 años, cuando el artista Bart Rouwenhorst publicó un anuncio local buscando 15 modelos pelirrojas para un proyecto artístico. La respuesta fue tan abrumadora que decidió organizar una reunión al año siguiente. Así nació este festival, que hoy en día es reconocido internacionalmente.
Rouwenhorst, aún al frente de la organización, destacó que el evento se ha transformado en algo mucho más profundo:
“Aquí no solo compartimos un color de cabello, compartimos historias, luchas, y sobre todo, un fuerte sentido de pertenencia”.
Para muchos asistentes, el festival es una forma de reconocerse en los demás y dejar de sentirse “diferentes”. Por unos días, ser pelirrojo es la norma, y eso lo convierte en una experiencia transformadora.




