Rodeado de jóvenes en ropa urbana y grafitis coloridos, Juanjo Urbizu se lanza desde el borde de un bowl con una seguridad y energía que sorprende a propios y extraños. En medio de trucos, risas y palabras de aliento, este hombre de 88 años demuestra que nunca es tarde para iniciar una nueva pasión.
Comenzó a patinar a los 70 años, buscando una alternativa más económica a sus amados deportes de invierno. Hoy, su presencia es habitual en el parque Etxebarria, donde además de practicar, aconseja a nuevos patinadores sobre seguridad y constancia.
“No se trata solo de diversión, se trata de desafiar límites”, asegura. Urbizu toma precauciones extremas: limpia la pista antes de usarla, porta siempre equipo de protección y recomienda avanzar poco a poco, especialmente a quienes tienen más edad.
Su historia no solo resalta su espíritu juvenil, sino que se entrelaza con una realidad demográfica: España es una sociedad envejecida, con más adultos mayores que niños. En ese contexto, figuras como Urbizu recuerdan la importancia de la actividad física y la vida social para prolongar la calidad de vida.
Fuera del skatepark, disfruta de intercambios de idiomas, toma vino blanco en su bar favorito del barrio de Begoña y comparte anécdotas con los vecinos. En cada rincón de Bilbao donde se mueve, Juanjo irradia vitalidad y rompe estereotipos.
Su mensaje es claro y contundente: la edad no es un límite, es solo una cifra.