Chihuahua.-Ana Carolina López Enríquez, una joven nacida en 1996 y abandonada desde temprana edad, encontró un hogar con Efrén López Tarango, de 65 años, y Albertina Enríquez Ortegón, de 45, quienes la adoptaron en Chihuahua con la esperanza de brindarle un techo y cariño. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de la pareja por hacerla sentir parte de la familia, Ana siempre mantuvo resentimiento hacia sus hermanastros.
Carolina, como solían llamarla, era considerada una joven tranquila, reservada e inteligente, pero con poca habilidad para socializar. Por eso, la comunidad quedó impactada al descubrir que la adolescente había perpetrado un atroz crimen: asesinó y quemó a sus padres adoptivos.
Al ser percibida como una adolescente normal y tranquila, nadie a su alrededor sospechó que pudiera ejecutar un siniestro plan contra sus padres. A través de una entrevista, Margarita, quien fue su niñera, declaró:
Era una persona normal 100%. La conocí desde bebé. Todos estos años de estar con ella, lo que le puedo decir es que no tiene nombre lo que hizo. No lo entiendo. Era muy tierna”
No obstante, Ana Carolina López Enríquez tenía una intención oculta y comenzó a gestar un siniestro plan para poner fin a la vida de sus padres adoptivos.
Casi un año antes de los terribles crímenes, la joven sentía que estaba atrapada en una supuesta jaula de cristal y anhelaba desesperadamente escapar de ella.
Así fue como mató a sus padres
Con el propósito de llevar a cabo su propósito, buscó la colaboración de su novio de pocos meses, José Alberto Grajeda Batista y de un amigo cercano de su pareja, Mauro Alexis Gómez Zamarrón, quien se convirtió en el segundo cómplice y colaborador indispensable para asesinar a las victimas.
Con meticulosa planificación, Ana Carolina López Enríquez seleccionó el viernes 3 de mayo de 2013 como el día perfecto para llevar a cabo el asesinato de sus padres adoptivos.
Consciente de cada detalle, la joven no dejó nada al azar: sabía que los viernes la asistente no se encontraba en la casa y que su padre solía disfrutar de su juego de bolos durante toda la tarde, regresando justo a tiempo para la cena.
Ana tenía la intención de cobrar la herencia de sus padres adoptivos y casarse con José Alberto. El fatídico viernes 3 de mayo de 2013, los acusados acabaron con la vida del matrimonio.
Ana Carolina López Enríquez ocultó a sus cómplices dentro de la residencia familiar. Luego, estratégicamente, llamó a Albertina para solicitar su ayuda en la cocina, aprovechando este momento como señuelo.
En ese preciso instante, Mauro, uno de los colaboradores, procedió a asfixiarla con un cable mientras la desafortunada mujer se desvanecía, con la mirada fija en su propia hija. Acto seguido, sin escatimar en crueldad, inyectaron tres jeringas de veneno para ratas en el pecho y en la yugular de la víctima, ocultando cuidadosamente su cuerpo hasta la llegada del padre.
Tan pronto como Efrén cruzó el umbral de la puerta, la joven perpetró una maniobra similar a la que había empleado con su madre. Haciendo uso de engaños, atrajo a Efrén hacia la cocina, donde José Alberto lo estranguló y posteriormente le inyectaron veneno en la yugular, siguiendo un patrón macabro que repetían con eficacia mortal.
En busca de un lugar apartado, encontraron una zona desolada cerca del parque acuático Sapo Verde en Chihuahua. Allí, sin testigos ni interferencias, procedieron a arrojar los cuerpos sin vida al suelo y procedieron a rociarlos con gasolina y prender una cerilla.
Posteriormente, la pareja regresó a la ciudad, y llevaron a Mauro a su casa. Ana Carolina y José Alberto, aparentemente inalterables, se dirigieron a una joyería donde se probaron anillos de compromiso. Continuaron su día normalmente, disfrutando de una comida en un restaurante y, por la noche, asistieron a una fiesta, como si no hubiera ocurrido nada fuera de lo común.
Tras el hallazgo de los cuerpos, las autoridades les realizaron las autopsias correspondientes y comenzaron a indagar para dar con los responsables del delito doble de homicidio, por lo cual interrogaron a personas cercanas a los fallecidos, entre ellos José Alberto quien no pudo aguantar la presión y terminó por confesar:
¡Ya no puedo más, necesito un psicólogo!”, solicitó a los agentes.
No obstante, al preguntarle a la hija adoptiva de los fallecidos, si se arrepentía de lo que había hecho, respondió:
Sí y no. Sí porque ya no me voy a poder casar con mi novio. No, porque ya no aguantaba a mis papás. Yo quería amor y ellos solo lo compraban todo con dinero, pero nunca mostraban su cariño con humildad. Nadie va a entender lo que yo aguanté muchos años; no lo hice porque sí, tuve mis motivos”, aseguró.
Ana Carolina fue sentenciada a 14 años en prisión, aunque fue a los 5 años
Después de un proceso judicial, el sistema de justicia mexicano dictaminó una sentencia de 14 años y 6 meses de prisión para Ana Carolina, condenada por el delito de homicidio agravado. La joven fue trasladada al Centro Especializado en Reinserción Social para Menores Infractores, donde cumplió su condena.
Pese a esto, cinco años más tarde, fue puesta en libertad debido a su supuesto comportamiento ejemplar durante su reclusión. Desde entonces, su paradero y actividades posteriores se han vuelto desconocidos, sin ninguna información actualizada sobre ella.
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